Pautas para elaborar un discurso

“El discurso

Bases para su elaboración

La estructura del discurso es el cuerpo o esqueleto de un texto, el contenido es lo que se denomina metodología informativa y la forma que presenta el contenido es lo que se conoce como metodología expresiva.

La estructura del discurso (cuerpo)

La estructura del discurso es el cuerpo o esqueleto de un texto y el contenido es lo que se denomina mensaje.

La estructura del discurso deberá básicamente:

Determinar el objetivo de la reunión o exposición de motivos

Plantear la información que se tiene sobre el teme hasta el momento

Explicar nuestra postura al respecto y justificar la misma; O hacer la propuesta de soluciones

Luego ya fuera de lo escrito, poseer una ronda de intervenciones.

La metodología informativa (contenido)

Se refiere al contenido y distingue esencialmente entre la información objetiva y la subjetiva u opinión.

En los medios de comunicación existen formulas de redacción que son fieles al principio de no mezclar información con opinión y otros que los mezclan con mucha frecuencia.

Un comunicado en su sentido informativo estricto solo debe contener:

· Narración del hecho.

· ¿Dónde?

· ¿Cómo?

· ¿Cuándo?

· Causas conocidas

· Consecuencias conocidas

La metodología expresiva (forma)

Se refiere a la forma y se definirá en virtud del receptor.

Ha de tener unas características generales que configuran el estilo, que ha de ser “Conciso, claro y directo”.

El poco tiempo del que todo el mundo dispone y la exigencia de claridad del mensaje imponen un lenguaje simple, sin jergas técnicas y con una dinámica directa de aparente conversación con el público, que se ve así involucrado y presta mayor atención.

El orden en las ideas, una buena síntesis y argumentos racionales configuran, junto al lenguaje la mejor metodología expresiva.

La estructura sintáctica ha de ser sencilla, para una mejor y más rápida comprensión.

Debemos utilizar frases simples (aquellas que contienen un solo verbo) y pocas frases compuestas.

En oratoria es aconsejable la utilización de las frases aseverativas o afirmativas, las desiderativas (expresan deseo) en lugar de las imperativas (expresan ordenes) y las activas, siempre que sea posible, en función de una mayor agilidad.

Etapas de la elaboración

El proceso previo

El proceso de elaboración del texto de una conferencia puede hacerse con la metodología general para elaborar cualquier texto, pero también existe otra fórmula que consiste en realizar apuntes de cada uno de los apartados o ideas a las que vamos a referirnos y después desarrollar estas sin ningún otro apunte. Es el estilo denominado “por fichas”.

Esta formula es más ligera para el auditorio y permite cambiar los contenidos en función de las respuestas del mismo, aunque implica estar mucho más seguro y tener mayor dominio de los contenidos.

En ambos casos (método tradicional o por fichas) una vez que el índice está claro, se debe comprobar que los distintos temas o apartados estén bien coordinados entre sí.

Finalmente, un buen consejo, sería “dejar dormir el texto y retomarlo en frío, después de haber pasado algún tiempo”, para que la relectura se haga más objetiva y posea mayor espíritu critico para poder introducir las correcciones necesarias

La selección del tema:

El tema es el punto de partida de la tarea oratoria.

El buen orador debe estar en amplia disponibilidad intelectual de satisfacer los requerimientos ajenos. El sentido moral indicará a cada orador las fronteras de sus compromisos, pues no hay elocuencia posible fuera de la sabiduría y el conocimiento.

No se trata de tener en el momento de contraer el compromiso la suma de conocimientos totales del tema, sino de estar potencialmente en condición de adquirirlos con profundidad hasta el momento de la disertación.

Ciertos temas pueden ser afrontados por la generalidad de las personas, mientras otros, por su carácter técnico o científico, están reservados únicamente para los especialistas.

La invención

La invención parte siempre de la inspiración inicial, no es patrimonio exclusivo de los oradores, es la búsqueda y elección de los pensamientos

La idea inicial de una obra es siempre confusa, amorfa, y por consiguiente, debe ser desplegada. Esto presupone un estudio del tema, la información y su meditación (el subconsciente tiene una gran importancia en la invención, y trabaja por nuestra cuenta mientras nosotros dormimos o estamos dedicados a otras cosas).

Una vez delimitada la idea esencial del discurso, viene la tarea de buscar la materia que acompañará a este núcleo primero, lo desarrollará y le dará fuerza demostrativa y elocuencia conceptual.

Algunos oradores suelen escribir primero el plan desarrollando de su discurso, y luego giran alrededor de él, tratando de encontrar pensamientos que puedan incluirse dentro del esquema así preparado. Trabajan de esta manera hasta que el discurso queda concluido.

Otros, en cambio, no escriben su plan por extenso, sino que trabajan al azar, dando vueltas en torno al asunto principal, anotan por separado todos los pensamientos que se les van presentando en la meditación, sin orden y a medida que ocurren. Al final buscan un plan que se adapte a la serie de ideas encontradas, dándoles una motivación y derivación lógicas.

Al primero de los procedimientos se le puede adjudicar la ventaja de que permite conducir la reflexión en orden y en forma sistemática, con lo que gana la unidad del discurso, mientras que al segundo se le otorga la excelencia de permitir al espíritu desplegarse con mayor libertad.

No hay inconveniente, por supuesto, en que ambos métodos se apliquen combinados. Puede elaborarse previamente un plan, buscar las ideas que se adaptan a su estructura, anotar también las ideas que ocurran y no guarden estricta relación con ese esquema fijado, y reformar finalmente el plan hasta ajustarlo al material obtenido.

¿Cómo encontrar ideas? ¿Dónde buscarlas para el discurso?

Las fuentes de ideas son muchas y es saludable tenerlas presentes para contar con ellas en el instante preciso.

Los más famosos estudiosos de la oratoria se han preocupado intensamente por encontrar recursos y procedimientos que beneficien la labor de las creación intelectual.

Las principales fuentes de información son:

· La cultura propia

· Las lecturas

· La observación

· La reflexión e imaginación

La cultura propia esta constituida por el conjunto de conocimientos que se tiene de las cosas, las personas y los hechos.

Desde el punto de vista oratorio, la cultura es más valiosa que la instrucción. Es preferible, en este campo, una sola idea profunda antes que varias superficiales. Esto señala una opción entre dos posibilidades, de la cual queda naturalmente descartada la ignorancia.

La lectura debe considerarse como una de las mejores fuentes de información. Toda sabiduría está en los libros y en ellos se contiene la suma de conocimientos disponibles de la humanidad.

La asimilación y el provecho de las lecturas están en relación directa con la inteligencia y sensibilidad del lector. La lectura indiscriminada, difusa y sin método, por abundante que sea, es improductiva. Debe, pues, leerse con sistema y criterio selectivo.

Debe leerse con espíritu crítico, es decir, con independencia de criterio y disposición inquebrantable de someterlo todo a la meditación, al análisis y a la comprobación.

La mejor manera de aprovechar la lectura es tomar apuntes o hacer fichas, leer sin tomar notas es como no leer.

Las fichas permite recordar en pocos minutos una lectura que demandó días enteros, y que pone a nuestra disposición, en el acto, las enseñanzas de todo el libro.

Uno de los medios más recomendables para obtener información y datos sobre las cosas, fuera de los libros, es la observación del mundo que nos rodea. Se dice que el que sabe más cosas y las sabe mejor, es el que mejor ha sabido observar y escuchar.

En muchas materias, la capacidad de observación es más importante que la propia lectura, sobre todo cuando el tema concreto, particular y delimitado a un lugar o asuntos. La capacidad de observación puede afinarse mediante la práctica y la comparación sistemática de unas observaciones con otras. Al cabo de un tiempo se logra una agudeza perceptiva que nos extraña y sorprende.

Este entrenamiento supone el respeto de algunos requisitos que nos preserven de errores. Ante todo es necesario ser objetivo, esto es, interpretar los hechos observados según ellos mismos son y sin que los interfieran nuestras propias ideas, opiniones o pasiones.

En segundo lugar, la observación tendrá que ser directa, inmediata, y asidua, con lo cual se evita una falsa o deformada comprensión. La eficacia del resultado de la observación guarda relación con la cantidad de observaciones realizadas sobre un mismo hecho o asunto.

Por último, la observación debe ir a lo esencial, sustancial y determinante, de los hechos y cosas, y no a lo superficial, accidental, accesorio o variable.

La experiencia propia de las cosas tiene un imponderable valor en oratoria, ya que el tono personal de la exposición y las propias opiniones individuales sobre las cosas, son más atractivas o interesantes para el público, que las meras generalizaciones o pensamientos vagos o impersonales.

Dentro del orden de la observación tiene esencial importancia la asimilación de las experiencias u opiniones ajenas, obtenidas mediante el dialogo y la conversación. El hombre inteligente pregunta más de lo que habla, y así se convierte en un receptor rápido de sabiduría ajena. En síntesis, la observación está fuertemente trabada con la vida y la verdad.

Los datos e informaciones que se obtienen por las lecturas y la observación no son suficientes para el completo dominio de un asunto. Se impone luego la propia reflexión sobre ellos y el empleo de nuestra capacidad imaginativa, para descubrir las relaciones que tienen nuestros conocimientos y nuestra experiencia con ellos, y sobre todo, para organizar esos datos de manera que formen un conjunto sistemático y coherente de ideas.

La reflexión fortifica el espíritu, descubre aspectos insospechados en los pensamientos y las cosas, y relaciona lo conocido con lo nuevo. Se facilita así la expresión de nuestro yo.

Por medio de la imaginación, proveemos de un alma a las cosas, damos forma sensible a lo abstracto y concebimos situaciones, hechos, objetos y formas que hacen interesante nuestra exposición. La imaginación tiene un lugar importante en el discurso, sobre todo porque da realidad a nuestros pensamientos, les confiere colorido, vivacidad, veracidad y toda la sensibilidad del auditorio.

Por más que la invención no sea un procedimiento mecánico de encontrar ideas y requiera sobre todo un auténtico procesos creativo del orador, es posible, de alguna manera, servirse de técnicas que ayuden a la creación.

Los antiguos estudiosos de la oratoria llegaron a establecer una serie de puntos de vista, desde los cuales el orador podía considerar el tema de su disertación, a los mismos se los denomina “tópicos” o “lugares comunes” y pueden ser considerados como aspectos principales de todo asunto.

Los principales lugares comunes o tópicos son:

· Definición

· Partes

· Género y especie

· Causa y efecto

· Semejanzas y desemejanzas

· Relaciones y contrarios.

La definición señala la esencia de las cosas o personas. Las partes de un objeto son los elementos que lo integran. El género y la especie señalan, respectivamente, las cualidades que una cosa tiene de común con otra de mayor o menor ámbito. Las causas son los motivos o antecedentes que originan algo, lo mismo en lo físico o que en lo moral, y los efectos son las consecuencias de un fenómeno o actitud. Los atributos son las cualidades de un ser. Las semejanzas o desemejanzas enseñan a qué cosa se parece o de cuáles difiere a un objeto. Las relaciones señalan las cosas o hechos con los cuales guarda cierta vinculación al objeto tratado. Los contrarios indican lo que se contrapone a una cosa, un objeto, persona o cualidad.

Además de lo anterior deberán tenerse en cuenta en un discurso las circunstancias, que tienen un gran valor, y que son uno de los grandes recursos de la oratoria.

Las principales circunstancias de una cosa o hecho son las de personas, lugar, tiempo, modo, medio, etc., que anteceden, acompañan o siguen a una cosa o persona.

Tratándose de personas, esas circunstancias son nombre, nacimiento, familia, fortuna, situación, costumbre, inclinaciones, talento, herencias, etc.

Cualquiera de las otras circunstancias puede ser análogamente discriminada.

En la práctica podemos asimilarlos a una lista de subtemas que deben conocerse acerca del asunto principal. Su utilización puede ser instintiva o sistemática, pues en el fondo, están fundamentadas en la lógica del pensamiento humano.

A medida que la cultura, la reflexión y la imaginación nos proveen materiales para el discurso, hay que anotarlos, para no olvidarlos, dentro de un orden o un plan más o menos primario. Sin embargo, al repasarlos, comprendemos que no todos son aprovechables en nuestro trabajo.

Se puede hacer una selección de lo que diremos y de lo que dejaremos de decir, abstrayéndonos de la ordenación que habrán de tener en definitiva en el texto del discurso.

El primer criterio de selección es desechar las ideas que no se ajuste a los fines y el tema de nuestra disertación (aunque sean las más atractivas y efectivas).

Nada debe decirse en un discurso que no sirva a los fines que nos proponemos. Esta eliminación debe desechar todo lo que desborde, ensanche o alargue la inteligencia del público, no cautive su imaginación, no toque su sensibilidad. Con ello se logra dar al discurso claridad conceptual y unidad. El sobre exceso es fatigante, y en esto de hablar a un auditorio, es preferible pecar en menos que en más. Los discursos cortos son mejor recibidos que los largos. Elección es exclusión.

El segundo criterio selectivo es discernir lo principal de lo accesorio. En cada una de las partes del discurso debe ponerse sólo lo esencial, la idea central, capital, el hecho principal, la idea dominante, dejando lo demás fuera del texto.

Una vez reunidos los materiales del discurso y seleccionados los que habrán de emplearse, hay que ordenarlos y distribuirlos del modo más adecuado para nuestros fines. Esta tarea de composición o disposición, es más importante que lo que pudiera suponerse, pues el orden es uno de los elementos indispensables del buen discurso. Cada parte de la obra debe ocupar el lugar conveniente a su importancia y no otro.

Hay que organizar todo de manera que resulte un encadenamiento natural y lógico, un ensamble perfecto.

La composición

Es el desarrollo de la idea primera, beneficiada por el conjunto de elementos esenciales que ha suministrado el trabajo de invención.

La composición no puede ser caprichosa ni arbitraria, debe responder a una lógica interna del pensamiento esencial, es decir, que el ordenamiento de las ideas debe respetar la naturaleza intima de los hechos y de las cosas.

La composición de un discurso debe cumplimentar tres requisitos ineludibles: La unidad, La variedad y el movimiento.

Por el primero de ellos, la obra debe tender, en su totalidad, a un solo fin y no separarse de él. Por el segundo, este fin debe ser beneficiado por una cantidad tal de elementos, que evite la monotonía. Y por el tercero, el discurso debe marchar inexorablemente a su fin.

La forma de lograr esta composición es teniendo siempre presente el conjunto del discurso, al cual debe subordinarse cada parte.

La visión del conjunto y del objetivo debe presidir esta tarea de organización.

Un buen plan es la base segura de una buena ejecución. Las ventajas de un plan, bien meditado, pueden sintetizarse así:

Permite colocar en un orden adecuado todos los elementos, según su jerarquía, relación y objetivo.

Precave contra el olvido de elementos importantes durante el desarrollo del discurso y facilita la unidad artística y lógica del texto.

Garantiza la claridad y la comprensión por parte del auditorio.

Lo importante es dotar al plan de tal flexibilidad que permita ir ajustándolo paulatinamente, a medida que toma cuerpo el trabajo.

La elocución

La elocución es la expresión de esos pensamientos mediante las palabras. La comunicación oral

Componentes de la comunicación oral

· El vehículo del mensaje (La voz), que posee cuatro variables

o El tono

o El ritmo

o La potencia

o Las pausas

· La imagen del orador, compuesta por:

o La postura

o Los gestos

o El contacto visual (que constituye una herramienta de retroacción fundamental)

· El estilo

o El estilo propio de la oratoria es el directo: utiliza la primera persona. El estilo indirecto solo es aconsejable en casos puntuales de referencias.

o El estilo impersonal pone de relieve la objetividad, prescinde de opiniones y nadie se implica directamente en lo que se expone.

o Las expresiones del rostro, junto a las pausas y los gestos, son valores añadidos como metalenguaje y forman parte del estilo.

Ventajas y desventajas de la comunicación oral

Las ventajas de la comunicación oral son:

· Su inmediatez

· Permite contacto directo

· Permite la realimentación o retroacción

· Facilita la respuesta

· Permite hacer llegar el mismo mensaje a varias personas a la vez.

Las desventajas son:

· La necesidad de una organización del acto comunicativo

· El costo de dicha organización

· La necesidad de atención por parte del receptor a lo largo de todo el acto de comunicación.

· El desinterés que puede suscitar y que se hace patente en los rostros

· No hay un testimonio del a misma para posteriores constataciones

Estas tres operaciones son sustancialmente distintas, pero no inseparables, pero muchas veces se encuentra el pensamiento y la expresión simultáneamente y otras nos ocurren los pensamientos ya ordenados.

Las partes del discurso.

Todo discurso debe tener una introducción (o exordio), un cuerpo (o medio) y una conclusión (o peroración).

El exordio.

En oratoria, las primeras palabras tienen influencia decisiva, pues provocan la primera impresión del auditorio.

Si el orador atina a decir lo adecuado rompe esa inquietud mezclada de desconfianza que posee el público y conquista al auditorio para todo el acto.

Se distinguen cuatro clases de introducción o exordio:

· Exordio ex abrupto.

· Exordio por insinuación.

· Exordio directo.

· Exordio pomposo.

Exordio ex abrupto:

Es una entrada inesperada, brusca, categórica en el tema con el objeto de impresionar hondamente al auditorio, satisfaciendo la gran inquietud o preocupación general que está en los ánimos. Son comienzos explosivos, especialmente recomendables para dirigirse a las grandes asambleas en momentos de singular expectativa, provocada por sucesos graves o vitales que suceden o se esperan sucedan, y que han originado previamente sentimientos de odio, patriotismo, indignación, etc. En circunstancias así, se comprende que el ex abrupto caiga como un rayo en el estado sentimental colectivo.

Exordio por insinuación:

Es más usual y consiste en entrar en contacto con el público de manera suave y progresiva, creando paulatinamente el clima de comunicación, lo que permite al orador sondear la mentalidad colectiva del público con precaución y dar tiempo también al público para colocarse espiritualmente en situación de recibir el discurso. Este tipo de exordio es apto para cualquier oportunidad y se presta a cualquier tema. El comienzo lento ha sido empleado por grandes oradores que necesitaban unos minutos para superar su temor inicial y adquirir fuerza oratoria.

Exordio directo:

Es el comienzo sin preparativos ni precauciones. Se recomienda para el ejercicio de la docencia y para aquellos casos en que se está de antemano en la posesión del sentimiento previo de los oyentes, como en la oratoria religiosa o militar.

Exordio pomposo:

Es el menos frecuente de todos y se lo considera una creación del siglo XVII francés, el siglo de Luís XIV. Es apto para ocasiones de gran solemnidad, en que, la elevación del pensamiento y del sentimiento se ajustan a la nobleza y magnificencia del acto o del asunto. Es la introducción para las más grandes ocasiones en que pueda hacer uso de la palabra el hombre, la oratoria patriótica, la religiosa, etc.

En modo general, el exordio debe respetar ciertas exigencias naturales del arte oratorio. En primer término debe guardar una estrecha relación con el conjunto del discurso, en materia y tiempo. (de 5 a 10 minutos en un discurso de 45 a 60 minutos).

Deberá despertar interés por el tema que desarrollará, lo cual se logra con una presentación ingeniosa e inteligente. Para ello, enunciará con claridad el asunto principal de la reunión, pero no anticipará la conclusión a que ha de llegar.

Es de rigor que al terminar el exordio, el orador haga una pausa antes de pasar adelante.

En cuanto al contenido mismo del exordio, no existen reglas fijas. El contenido estará aconsejado por las circunstancias: puede ser una narración, una cita famosa, el recitado de versos, la lectura de un fragmento interesante, una pregunta, una aseveración rotunda, etc.

El estilo debe ser claro, conciso, sencillo, sin alarde de elocuencia. No deberá empezarse nunca con un tono de retórica elevado, porque la línea estilística debe ir subiendo a medida que se desarrolla el discurso.

La actitud del orador tiene importancia en la introducción. Lo ideal es que se presente con humildad y autoridad, simultáneamente, sin hacer ostentación ninguna, con gran confianza y seguridad en sí mismo y, si es posible, con simpatía y cordialidad.

El cuerpo.

Es el núcleo central del discurso. En él se desarrolla el asunto o tema, se dan los argumentos, se refutan las ideas, se ejemplifican la demostración, se adopta una posición. El cuerpo o medio, es la conferencia misma.

Debe estar subdividido de alguna manera (capítulos, ítems, subtemas, etc.) librando al discurso de improvisaciones y tanteos. Pero de ninguna manera conviene que esta división sea tan rigurosa, analítica y contundente que reste espontaneidad y libertad al orador en el mismo momento de enfrentar el tema ante su auditorio.

Cada una de estas partes encerrará una idea dominante y en torno a ella se agruparan las ideas y demostraciones secundarias.

En el desarrollo del discurso deben atenderse ciertas exigencias:

Unidad: todo lo que se diga en el cuerpo del discurso deberá tener unidad, es decir, tendrá que estar relacionada con las otras, y todas con el conjunto del tema. Se oponen a esta regla los siguientes defectos: las digresiones o salidas de tema, las redundancias o repeticiones de cosas ya dichas o detalles inútiles o sobreentendidos, las exageraciones, que amplifican o disminuyen injustificadamente los hechos, las ideas o las personas, los alargamientos que llevan el análisis de los asuntos hasta el extremo, sin necesidad y las omisiones, que suprimen sin razón ideas, razonamientos o hechos que hacen falta.

Orden: las ideas deben estar desarrolladas por su orden y los razonamientos deben derivarse unos de otros, de manera que el asunto se despliegue en forma natural. Esto es lo que suele llamarse “hilo del discurso”, que en ningún momento debe perderse.

Progresión: el conjunto debe desarrollarse paso a paso, marchar en forma creciente hasta el punto culminante o nudo del asunto, para dar lugar a la solución final.

Transición: es el paso de un asunto a otro. Las transiciones de una idea a otra, de un párrafo a otro, no deben ser meros artificios del lenguaje, sino que deben apoyarse en reales transiciones del pensamiento.

En la preparación del discurso debe preverse mayor cantidad de material que el estrictamente necesario, para estar a salvo de cualquier olvido, mal cálculo de tiempo, desviación impuesta por las circunstancias, etc.

La conclusión o peroración

Es la última parte del discurso y a menudo, la parte más decisiva del mismo, porque según lo que en ella se diga se arriesga todo lo logrado durante la exposición.

Este paso debe llegar como una consecuencia necesaria del discurso, cuando el mismo orador y el público tienen la impresión de que ya no queda nada por decir.

La conclusión puede estar compuesta de dos partes: una corta recapitulación de lo expuesto y un llamado a favor de la causa sostenida.

No debe ser muy larga ni amanerada, pues su valor radica en la posibilidad que tiene de dejar en el espíritu de los oyentes una conclusión o idea perdurable.

En ella no deben intercalarse repeticiones de ideas accesorias o complementarias, porque el lugar de estas cosas está en el cuerpo, y lo que no se dijo en su momento, no se puede decir aquí.

Se puede terminar con un resumen de lo dicho, con una expresión de cortesía hacia el público, con una exhortación a seguir la idea explicada, con una cita poética en prosa, con una frase de buen humor, con una gradación descendente de pensamientos o sentimientos, con un retorno al exordio, e incluso con un ex abrupto, si la ocasión el tema y el auditorio lo permiten y tenemos la suficiente capacidad artística.

Es prudente evitar las formulas estereotipadas en esta parte, como: “Buenos, no teniendo más que decir, voy a concluir…”, o “Como el tiempo apremia y ustedes están fatigados…”, o “Bien, señores, suspendemos aquí nuestro tema. En la próxima reunión tendremos el placer de volver sobre el mismo”, etc.

Al concluir el desarrollo del tema, el orador deberá hacer una pausa, anunciadora de la peroración, y sólo entonces decirla, teniendo cuidado de pronunciar las últimas palabras con caída del tono de voz.

Otros factores a terner en cuenta

Fallas en la comunicación oral

· Falta de coherencia entre el discurso y las actitudes

· Falta de claridad en la exposición, por mala expresión

· Fallos en la síntesis informativa

· Utilización de muletillas, por falta de practica en la comunicación oral

· Inseguridad del emisor

· Utilización de lenguaje prepotente

· Falta de ritmo

· Mala vocalización

· Mal acondicionamiento de la sala a nivel auditivo

· Falta de participación que genera insatisfacciones

· Desorden en la participación

Elementos de apoyo para obtener credibilidad

· Cifras estadísticas o hechos relacionados

· Buena estructura del discurso

· Hacer frecuentemente una retroalimentación atendiendo las intervenciones del público

· Comparaciones o imágenes ilustrativas

· Ayuda de pizarra y esquemas

· Testimonios o citas de expertos en el tema tratado

Técnicas de apoyo para conectar al receptor

· Localizar receptores participativos.

· Hacer frecuentes retroalimentaciones.

· Planificar los tiempos.

· Observar al público en sus reacciones.

· Hacer preguntas cuando sea necesario para estimular la participación.

· Agradecer las participaciones.

Los apuntes o guías.

Para el caso que el orador tema olvidarse el encadenamiento de un discurso, o le sea necesario efectuar alguna cita textual difícil y no confíe en su memoria, lo cuando requiera ineludiblemente un fuerte sostén psicológico, no le queda más solución que usarlos pero a condición de que sean sacados en el momento mismo de iniciar la disertación y colocados a la vista

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